Un tren llamado deseo

Como si pasara un tren es una comedia dramática que indaga en la relación entre una madre y su hijo con retraso madurativo. La obra aborda el amor, la construcción de la autoridad, la costumbre, los miedos, la intimidad y el deseo. La soledad de ambos en una pequeña ciudad alejada de la capital hace de su mundo el único posible. La llegada de una prima desde Buenos Aires logra irrumpir esa simbiosis y desencadena la transformación de todos los personajes, inclusive de ella misma. Los vínculos familiares y las ausencias aparecen en escena a través de estos tres personajes que transmiten ternura y emoción.

Eva Novick
3 min readAug 1, 2017

Susana es una madre que cría sola a su hijo adolescente, tras el abandono de quien fuera su padre. La extrema sobreprotección la lleva a la agresión ya la negación de los deseos y la intimidad de Juan Ignacio. La llegada de Valeria, obligada por su madre a vivir un tiempo en la casa de su tía para alejarla de su entorno y de los problemas de adicción a los problemas, habilita nuevas formas de relacionarse. Juan Ignacio comienza a reconocer sus propios deseos; su madre a escucharlos.

Foto: Male & Dapa + Diego Mares

La obra, escrita y dirigida por Lorena Romanin, es una pieza que representa al teatro alternativo de calidad. El humor y la angustia se conjugan perfectamente. El tren como juego, la utopía y el metáfora se transforma en el lugar de encuentro entre dos primos que se acercan y terminan para ampliar el universo sensible del otro. Las relaciones entre los personajes son elaboradas con creatividad, los diálogos fluyen por la escena y las actuaciones terminan de dar color a una obra sencilla y conmovedora. La transformación de los personajes es lograda desde un guión y una dirección excelentes como al alto nivel de las actuaciones. Romanin, una directora talentosa y versátil, incursiona una vez más en el mundo de las relaciones de amor a través de un teatro sensible y reflexivo. En Julieta y Julieta , una reescritura del clásico shakesperiano que escribió y dirigió, cruzó un amor incomprendido con el odio de los grupos que rechazaban lo diferente, en un contexto real. En Paraguay, narró la historia de un amor apasionado y prohibido, que se reencuentra a partir de una muerte. También es guionista de cine y mientras que dio clases de actuación en un neuropsiquiátrico, realizó su primer corto, Al cine o a bailar, actuado por los pacientes del hospital, el cual ha participado en varios festivales internacionales.

Foto: Male & Dapa + Diego Mares

La crudeza de una realidad íntima que se desborda de pena está representada por excelentes actuaciones. Juan Ignacio es representado por Guido Botto Fiora, un actor que supo recrear un personaje complejo. Silvia Villazur interpretó a Susana, una madre de pueblo que tiene un hijo con un cuerpo condicionado por el miedo a que le pase algo. La actriz logró el desarrollo del espectáculo de la manera brillante, llevando al espectador desde el rechazo hasta la comprensión, pasando por las lágrimas de emoción. Luciana Grasso acompaña formidablemente la historia como Valeria, la prima adolescente que llega desde la capital obligada por su madre y que logra modificar la mirada de su tía sobre su primo, así como generar un vínculo de cariño que habilita la libertad y exploración de los deseos, aunque para ello se atraviese el dolor. Sin darse cuenta cambia para siempre este vínculo entre madre e hijo y sus propias prioridades. El wifi dejó de ser lo primordial, por lo menos por un tiempo.

La escenografía sobria y cálida resulta la adecuada para el desarrollo de la obra. El interior de una casa sencilla, con tonos de madera, una mesa, un sillón y la pista de juguete de Juan Ignacio es todo lo que necesita para contar la historia. La iluminación y el sonido acompañan bien la obra. Los cambios de escena se indican con una baja en la iluminación del escenario.

Como se pasara un tren se presenta en el Camarín de las musas.

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