Santos populares: el arte de la devoción

Paganos, transgresores, contrahegemónicos, populares. Santos no reconocidos por la Iglesia Católica movilizan a cientos de miles de personas, generan devoción y acompañan la intimidad de los ruegos de los más humildes. Son personajes canonizados por su modo de vida o muerte y están por fuera de la estructura doctrinal de las instituciones religiosas. La relación directa entre el devoto y su santo es intensa y de una enorme variedad.

Eva Novick
3 min readDec 16, 2017

En la década de 1990, en un contexto de crisis social y económica producto de políticas neoliberales de ajuste y desempleo, surgieron nuevos santos populares, como Gilda, Rodrigo y el Frente Vital. En ese entonces, también se masificaron figuras canonizadas en siglos anteriores. El Gauchito Gil, San La Muerte y la Difunta Correa son parte de ese fenómeno. El arte rescata y refleja la experiencia del culto popular.

Gauchito rutero

En 2016, la artista plástica Andrea Ghilino encabezó un proyecto de homenaje al Gauchito Gil: Hierofanía del rojo, donde el protagonismo lo tuvo el seguidor, sus promesas y agradecimientos. En 2011, Ghilino comenzó a detener su mirada en los altares ruteros e inició un registro fotográfico que ya cuenta con 5 mil imágenes. Su convicción es que el arte forma parte de la cultura popular y que “en los promeseros hay siempre una voluntad estética consciente, patrones que se repiten y símbolos que remiten a la creencia”. El proyecto impulsa una petición para que el Gauchito Gil sea declarado Patrimonio Cultural Inmaterial.

También en 2016, se publicó la historieta El gaucho Antonio Gil en las páginas de la revista literaria Maten al mensajero. Guionada por el historiador Luciano Zdrojewski e ilustrada por Facundo Teyo, la tira narra la vida del personaje desde una perspectiva definida por los autores como “revisionismo mágico”, ya que combina el contexto histórico con el nacimiento del mito.

Hasta el momento, se publicaron tres capítulos de la tira. Los autores están elaborando el final. (Foto: Facebook El Gauchito Gil — Historieta).

El santo de la muerte

La mirada sensible y periodística de Rodolfo Walsh lo llevó a escribir una crónica dedicada a San La Muerte, en 1966, luego de su viaje por Corrientes y Paraguay: “Las palabras se hacen borrosas en la tinta del papel escrito o tiemblan en la voz de los fieles que a la luz-y-sombra de las velas se arrodillan bajo la mirada sin pupilas de una figurita esquelética, que en los ranchos más humildes del Paraguay y el nordeste argentino preside el destino de sus habitantes, combina sus amores, los guarda de peligros o los hace ganadores en el juego”.

Aquiles Coppini, un artesano correntino devoto de San La Muerte, comenzó a tallar la imagen del santo en la década de 1990, mientras cumplía una condena en el penal correntino de Paso de los Libres. Hoy sus tallas recorren el mundo.

El artesano tiene su taller en la ciudad de Rosario, donde montó un altar con sus más preciadas obras.

La madre santa

El culto a la Difunta Correa nace de la leyenda que cuenta que Deolinda Correa fue hallada muerta con su hijo aún alimentándose de sus senos. Alfredo Moffat, psicólogo social, afirma que este mito “constituye uno de los casos más interesantes de las creencias populares, pues consiste en un mito ancestral indígena que no pudo ser reinterpretado por la Iglesia Católica. Mamar de un cadáver no existe como estructura en la mitología occidental cristiana”.

Su figura fue fuente de inspiración de poetas, cineastas y músicos. En 1968, el folclorista José Larralde incluyó en su álbum Permiso una interpretación de Pobrecita la Deolinda. En 2008, la historia de la Difunta estuvo presente en Pasiones, un disco conjunto del historiador Pacho O’Donnell y el músico Antonio Tarragó Ros.

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